Desde una perspectiva existencialista atemporal el ser humano siempre se ha planteado cómo ser feliz. Sin entrar en vericuetos conceptuales tales como qué entendemos por felicidad, el dilema sobre el que versa este estudio es: ¿el conocimiento (histórico) nos acerca más o menos a la felicidad? Las soluciones dadas por quienes nos han precedido han sido variopintas polarizadas, quizás, por el bucólico mito del Paraíso o del Buen Salvaje –de cuerpos desnudos, inocente y felices en el Edén de la ignorancia-y por la sesuda cuantificación racional matemática y materialista que hoy impera pero que, con sus matices, siempre ha existido inherente a la ambición de los legítimos descendientes de Caín. Todos somos hijos de nuestro tiempo y, por tanto, de un modo más o menos holgado el concepto de felicidad y los caminos que conducen a ella se han diseñado desde distintas ópticas. En este estudio se plantea un breve bosquejo, generalista e integrador, de cómo se entendía la enseñanza de la historia en la España a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, así como su verdadero valor. El periodo ha sido escogido por su carácter transitorio, de choque, entre las visiones clásicas del mundo moderno y las propuestas de pensadores preilustrados henchidas posteriormente al calor de las luces y del liberalismo. Un momento de cambios donde la enseñanza trataba de armonizar fe y ciencia, con un espíritu y una metodología que ofrecían difícil casamiento. En este sentido, la tradición suavizó, lastró y retardó la victoria de la razón y de la ciencia sobre los dogmas y las creencias, de la que ocasionalmente aún se duda, tal y como trataré de mostrar basándome en tres aspectos: la educación de género, la relevancia y utilidad dada al conocimiento de la historia y el papel del educador de humanidades.
La Edad Moderna en Educación Secundaria. Experiencias de investigación
Resumen